jueves, 29 de diciembre de 2016

Museo CYDT





Los Ángeles tienen diferentes connotaciones en la obra de Cantú , tanto el tema estético como el tratamiento de este genero ofrecen a el espectador un sinnúmero de formas que se entretejen durante mas de seis décadas en la obra mural y de caballete , los antecedentes se dan como reflejo de lo vivido por él en Paris , tintas que se convierten en obra mural o en granado , en relieve  escultórico o recinto , cientos de posibilidades que toman a finales de los años 50s con una introspección  estilística plasmada en la serie de vitrales dedicados a la Capilla de Los Misioneros de Guadalupe. Hermosa conclusión que resuelve el Maestro a manera de conclusión despues de haber pintado la obra sacra en Pasadena – en la California de los 20s y que retoma en 1943 en la Parroquia de San Miguel de Allende , en los Ángeles músicos de Boston , en 1948 con el quinteto de Ángeles músicos en Pinacoteca Virreinal , concluyendo con  estas pequeños vitrales para la Capilla de los Misioneros en 1957


Adolfo Cantú

 Inviernos del 2016



sábado, 24 de diciembre de 2016

Museo CYDT


La Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.-

Natividad - Vitral en la Capilla de Los Misioneros de Guadalupe  1957
Federico Cantú 1907-1989


“José subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a la Ciudad de David en Judea, llamada Belén –pues pertenecía a la Casa y familia de David–, a inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Estando ellos allí, le llegó la hora del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no habían encontrado sitio en la posada.”

(Lucas 2, 4-7. Biblia de Nuestro Pueblo.)
El nacimiento de Cristo es uno de los temas fundamentales de la liturgia cristiana, y como tal ha sido objeto de representación por los artistas en innumerables ocasiones a lo largo de la historia.
Quizá la representación más antigua que podemos encontrar se remonta al período paleocristiano, a la imagen de la Virgen con el niño en su regazo que podemos ver en la llamada Capilla Griega de la catacumba de Priscila en Roma. Luego, los artistas bizantinos desarrollaron y definieron el tema, creando una serie de tipos iconográficos que pasarían a Occidente. Será durante el gótico cuando el tema de la Navidad adquiera un desarrollo completo, incorporando una cantidad de detalles y elementos anecdóticos, tomados muchos de ellos de la vida cotidiana, que imprimirá en estas representaciones un naturalismo que no se había visto antes. En lo esencial, los rasgos iconográficos introducidos en la Edad Media se mantienen en los siglos posteriores, aunque las férreas directrices impuestas por el Concilio de Trento en la cuestión de las representaciones religiosas por los artistas, harán mella también en el tema de la Navidad, suprimiendo de las pinturas todos aquellos elementos que no se mencionaban en las Sagradas Escrituras aprobadas por la Iglesia, y que en su opinión podían inducir a confusión.
Basta con hacer un repaso de las natividades anteriores al Concilio de Trento para comprobar fácilmente, cómo aparecen escenarios, personajes o situaciones de los que no se hace mención alguna en el Evangelio de Lucas. No debe pensarse que eran fruto de la imaginación de los artistas, sino todo lo contrario, estaban tomados de aquellas otras fuentes escritas de la tradición cristiana que Trento pretende evitar y que hasta entonces habían gozado de una gran popularidad entre los artistas. Fundamentalmente, estas otras fuentes eran algunos de los Evangelios Apócrifos, como el Protoevangelio de Santiago (siglo IV), el Evangelio del Pseudo Mateo (siglo VI) y el Libro de la Infancia del Salvador (siglo IX); la Leyenda Dorada (siglo XIII) de Jacobo de la Vorágine; las Meditaciones del Pseudo Buenaventura (siglo XIII); o las Revelaciones (siglo XIV) de Santa Brígida de Suecia.
Para ilustrar cómo se utilizaban indistintamente y a la vez estas fuentes, he elegido una preciosa obra maestra del gótico flamenco, la Natividad de Robert Campin que se exhibe en el Museo de Bellas Artes de Dijon. La obra pudo pintarse hacia el año 1425 y, aunque se carece de certeza, se cree que pudiera proceder de algún monasterio próximo a Dijon o quizás de la propia Cartuja de Champmol.
Entre las cosas que pueden llamar la atención al contemplarla, está la aglomeración de personajes, que como dice Tzvetan Todorov, más que integrarse se yuxtaponen; la tosca representación de algunos de ellos que contrasta con la técnica exquisita del realismo empleado en otros; o cómo el artista nos da a conocer los pensamientos de algunos personajes a través de las filacterias o cintas con textos que llevan en sus manos.
Para la narración de este episodio, el pintor se ha basado en la narración recogida en uno de los apócrifos, concretamente el Evangelio del Pseudo Mateo, que luego recoge igualmente en su obra Jacobo de la Vorágine. En él se cuenta como José, al darse cuenta que el parto era inminente, sale en busca de dos comadronas, pero cuando éstas llegan el nacimiento ya ha tenido lugar. A una de ellas, llamada Zebel (Jacobo de la Vorágine) o Zelomi (Pseudo Mateo), nos la muestra Campin de rodillas y de espaldas a nosotros, con una filacteria en la que puede leerse "la Virgen ha dado a luz". La otra comadrona, Salomé, situada frente a ella le contesta incrédula en otra cinta escrita "¿Una virgen que da a luz? Lo creeré si tengo pruebas". E inmediatamente su mano derecha, con la que iba a tocar a María, se seca o paraliza, de ahí la angustia de su rostro. Sin embargo, ante las súplicas de Salomé un ángel vestido de blanco próximo a ella le dice "Toca al niño y te curarás", produciéndose el milagro.
De este modo el artista nos resume la escena narrada por el Pseudo Mateo y que completa sería como sigue: 
“Y Zelomi, habiendo entrado, dijo a María: Permíteme que te toque. Y, habiéndolo permitido María la comadrona dio un gran grito y dijo: Señor, Señor, ten piedad de mí. He aquí lo que yo nunca he oído, ni supuesto, pues sus pechos están llenos de leche, y ha parido un niño, y continúa virgen. El nacimiento no ha sido maculado por ninguna efusión de sangre, y el parto se ha producido sin dolor. Virgen ha concebido, virgen ha parido, y virgen permanece.
Oyendo estas palabras, la otra comadrona, llamada Salomé, dijo: Yo no puedo creer eso que oigo, a no asegurarme por mí misma. Y Salomé, entrando, dijo a Maria: Permíteme tocarte, y asegurarme de que lo que ha dicho Zelomi es verdad. Y, como María le diese permiso, Salomé adelanté la mano. Y al tocarla, súbitamente su mano se secó, y de dolor se puso a llorar amargamente, y a desesperarse, y a gritar: Señor, tú sabes que siempre te he temido, que he atendido a los pobres sin pedir nada en cambio, que nada he admitido de la viuda o del huérfano, y que nunca he despachado a un menesteroso con las manos vacías. Y he aquí que hoy me veo desgraciada por mi incredulidad, y por dudar de vuestra virgen.
Y, hablando ella así, un joven de gran belleza apareció a su lado, y le dijo: Aproxímate al niño, adóralo, tócalo con tu mano, y él te curará, porque es el Salvador del mundo y de cuantos esperan en él. Y tan pronto como ella se acercó al niño, y lo adoró, y tocó los lienzos en que estaba envuelto, su mano fue curada. Y, saliendo fuera, se puso a proclamar a grandes voces los prodigios que había visto y experimentado, y cómo había sido curada, y muchos creyeron en sus palabras.”
(Evangelio Apócrifo de Pseudo Mateo 13, 3-5.)
Otros detalles de la obra, en cambio, están tomados de las Revelaciones de Santa Brígida de Suecia. Por ejemplo, la vela que porta en la mano un anciano San José, y que se hace innecesaria ante la luz que desprende el propio Niño. También la descripción de la Virgen, con largos cabellos rubios sueltos sobre la espalda y vestida con un manto y una túnica blancos, corresponden al relato de la santa, tal como lo expuso en el capítulo 12 de su obra.
“Estaba yo en Belén, dice la Santa, junto al pesebre del Señor, y vi una Virgen encinta muy hermosa, vestida con un manto blanco y una túnica delgada, que estaba ya próxima a dar a luz. Había allí con ella un rectadísimo anciano, y los dos tenían un buey y un asno, los que después de entrar en la cueva, los ató al pesebre aquel anciano, y salió fuera y trajo a la Virgen una candela encendida, la fijó en la pared y se salió fuera para no estar presente al parto.
La Virgen se descalzó, se quitó el manto blanco con que estaba cubierta y el velo que en la cabeza llevaba, y los puso a su lado, quedándose solamente con la túnica puesta y los cabellos tendidos por la espalda, hermosos como el oro. [...] y en un abrir y cerrar los ojos dio a luz a su Hijo, del cual salía tan inefable luz y tanto esplendor, que no podía compararse con el sol, ni la luz aquella que había puesto el anciano daba claridad alguna, porque aquel esplendor divino ofuscaba completamente el esplendor material de toda otra luz.
Al punto vi a aquel glorioso Niño que estaba en la tierra desnudo, y muy resplandeciente, cuyas carnes estaban limpísimas y sin la menor suciedad e inmundicia. Oí también entonces los cánticos de los ángeles de admirable suavidad y de gran dulzura.
Así que la Virgen conoció que había nacido el Salvador, inclinó al instante la cabeza, y juntando las manos adoró al Niño con sumo decoro y reverencia, y le dijo: Bien venido seas, mi Dios, mi Señor y mi Hijo. Entonces llorando el Niño y trémulo con el frío y con la dureza del pavimento donde estaba, se revolvía un poco y extendía los bracitos, procurando encontrar el refrigerio y apoyo de la Madre [...]”
La tercera fuente de inspiración de la historia que nos cuenta Campin es el propio Evangelio de Lucas, de donde toma la adoración de los pastores y el lugar del nacimiento, un pesebre. En cuanto a la adoración de los pastores, al principio de la Edad Media solían representarse en el momento que recibían la noticia y quedaban como petrificados ante el acontecimiento sobrenatural que acontecía, como en las bóvedas de San Isidoro de León, pero con el paso del tiempo, empieza a recogerse por los artistas la idea expresada en el Evangelio de Lucas, según la cual, los pastores acudieron al establo y glorifican al Niño Dios, tal como hace Campin en esta ocasión.
En cuanto al escenario donde se produce la historia, tanto los apócrifos, Jacobo de la Vorágine y Santa Brígida señalan que se produjo en una cueva o gruta subterránea. Sin embargo, Campin abandona aquí esta idea y retoma la del Evangelio de Lucas, situándolo en un pesebre en ruinas. La idea del establo en ruinas la introducen precisamente los pintores flamencos en el siglo XV, y simboliza la antigua ley o antiguo testamento (el judaísmo), con cuyas piedras se edificaría la nueva ley, encarnada en el nuevo testamento (el cristianismo).
El escenario está reproducido con la riqueza de colores, la minuciosidad y el detallismo propio de la escuela flamenca, que no pudo menos que asombrar y maravillar a sus contemporáneos, como lo sigue haciendo hoy con nosotros. Ese mismo detallismo lo emplea en el paisaje luminoso que se abre al fondo del cuadro, y podemos descubrir un paisaje invernal del norte de Europa, con árboles podados, mujeres por un camino con cestos en la cabeza o a la puerta de una casa, veleros navegando, un cielo tímidamente azul con algunas nubes. Un paisaje que ayudaría al espectador flamenco a identificarse más fácilmente con la escena.
De esta manera, Campin representa tres escenas o momentos distintos de la vida de Cristo: el nacimiento, la adoración de los pastores y el castigo por la incredulidad de Salomé. Mientras los dos primeros son recurrentes, el tercero, en cambio, no es demasiado frecuente. Los tres episodios se muestran juntos, en un único panel, con lo cual, no sólo se entremezclan las fuentes que inspiran la obra sino los propios episodios narrados, subrayando esa idea de yuxtaposición de elementos que indicaba Todorov:

“…estamos sin duda ante un cuadro muy novedoso que pone en evidencia con gran intensidad los cambios que se han producido en la mentalidad de la época. Ante todo debemos observar en qué medida esta escena de la historia sagrada se acerca al espacio profano cotidiano. La propia presencia de las comadronas, colocadas en primer plano y que llaman nuestra atención con sus palabras, de esos personajes que han pasado a ser el centro narrativo de la escena, es significativa: se trata de un nacimiento como cualquier otro, como los nuestros, con comadronas a las que se llama para que echen una mano. También el tema de la duda al respecto de la Inmaculada Concepción, que se evoca tanto aquí como en los episodios de la vida de José, es eminentemente humano. La posición central de José no es menos significativa: vestido de rojo, capta nuestra mirada de inmediato; su rodilla derecha conforma el centro luminoso del cuadro. También el pequeño Jesús es sorprendente: en lugar de representar, como de costumbre, a un niño regordete que mira el mundo con confianza, Campin nos muestra a un recién nacido flaco e imponente, a un niño humano. Por lo demás, a Campin no le pareció suficiente la luz sobrenatural que emana de él (y que hace que la vela resulte innecesaria), mientras que sí lo era para santa Brígida; ha añadido la del sol, absolutamente natural, que se alza en el horizonte. Se produce aquí una especie de puja: la luz natural de la vela ha pasado a ser innecesaria debido a la luz sobrenatural que emana del Niño, que a su vez palidece ante la luz natural del sol. Al final vence el mundo natural.”

jueves, 8 de diciembre de 2016

Museo CYDT
8 de diciembre de 2017
Purísima Concepción de María


Hoy se celebra el dogma de la Purísima Concepción de María.-
¡Misterio raro que, en tu Iglesia oculto,
guarda en fin su venerable culto!
Sabe que el Sumo Hacedor se agrada
de que sus fieles en continua duda
este misterio ignoren, y que el celo
de cada cual y devoción sagrada
mejor se manifieste en lo que duda,
hasta que el tiempo, obedeciendo al cielo,
rompa el confuso velo
a la verdad, y la descubra clara,
y algún prelado de tu Iglesia pía,
resuelva, ¡oh tiempo alegre!, que María
por excepción y preeminencia rara,
fue, siendo madre de la gracia y vida,
sin mancha de pecado concebida.
(“Canción a la Purísima Concepción de Nuestra Señora en el día de San Pedro ad Vincula”, por Juan de Jáuregui, 1617.)
Pío IX, contemplando el mar agitado de Gaeta, escuchó y meditó las palabras del cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Sólo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden.”
Buscó entre nieve virgen la pureza
y no le pareció bastante pura.
Buscó en el sol la luz y la belleza
y no le satisfizo su hermosura.
Sacó del mar la perla más preciosa,
mandó tallar a un ángel un diamante
y aún le pareció muy poca cosa,
pues para Madre suya ¿qué hay bastante?
La gracia matizada de mil flores,
llevó hasta su paleta en un momento;
mas no halló el Dios artista los colores
que Ella mereció en su pensamiento.
Inmensa contempló desde una estrella,
la insólita grandeza del abismo
y no quiso ver más, pues para Ella,
pequeño le pareció el cielo mismo.
Entonces, fue sacando de su seno
tesoros de belleza no creada.
Y con todo lo más grande y lo más bueno,
la hizo, como Él, INMACULADA.
***** Ángel Peña O.A.R. *****
El dogma de la Inmaculada Concepción, también conocido como Purísima Concepción, es una creencia del catolicismo que sostiene que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, estuvo libre de todo pecado.
No debe confundirse esta doctrina con la doctrina de la maternidad virginal de María, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón y que María permaneció virgen antes, durante y después del embarazo.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
La definición del dogma, contenida en la bula Ineffabilis Deus, de 8 de diciembre de 1854, dice lo siguiente:
“(...) Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.”
El historiador Francesco Guglieta, experto en la vida de Pío IX, señala que el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad sobrenatural, podría considerarse como la cuestión de fondo que impulsó al Papa a la proclamación del dogma: La afirmación de la Concepción Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la certeza de la primacía de la Gracia y de la obra de la Providencia en la vida de los hombres. Guglieta señala que Pío IX, pese a su entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma.
La doctrina de la Inmaculada Concepción no es aceptada por los miembros de las iglesias protestantes. Los protestantes rechazan la doctrina ya que no consideran que el desarrollo dogmático de la teología sea un referente de autoridad y que la mariología en general, incluida la doctrina de la Inmaculada Concepción, no se enseña en la Biblia.
Los protestantes argumentan que si Jesús necesitó de un vientre sin pecado para nacer sin pecado, también Dios tuvo que haber intervenido en la concepción de la madre de María, en su abuela, y así sucesivamente a lo largo del tiempo. La respuesta del catolicismo es que sólo María tenía que mantenerse libre de pecado pues ella iba a concebir directamente a Cristo, mientras que sus ancestros no. Es decir, que Cristo sí necesitó de un vientre sin pecado, pero María no.
Otro argumento sostenido por los protestantes proviene de los evangelios de Marcos 10:18 y Lucas 18:9. Cuando Jesús es nombrado como Buen pastor (NIV Mc 10:17), replica "Nadie es bueno - excepto Dios". Señalan que con esta frase Cristo enseña que nadie está sin pecado, dejando margen para la conclusión de que él es Dios encarnado. Los católicos señalan que la Biblia entera, y no una frase o sentencia aislada manifiesta la verdadera doctrina de Jesucristo.
Otro argumento en contra de la creencia en la Inmaculada Concepción aparece en la primera epístola de San Juan 1: 8 "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros".
Sin embargo, el iniciador del movimiento protestante, Martín Lutero, dijo:
Es dulce y piadoso creer que la infusión del alma de María se efectuó sin pecado original, de modo que en la mismísima infusión de su alma ella fue también purificada del pecado original y adornada con los dones de Dios, recibiendo un alma pura infundida por Dios; de modo que, desde el primer momento que ella comenzó a vivir fue libre de todo pecado. Sermón: "Sobre el día de la Concepción de la Madre de Dios", 1527.
Virginal por Dios eleta
Para ser madre de aquel
Mesmo Dios, qual desde Abel
Nació tal ni tan perfeta.
O bendito aquel planeta
De aquel día, punto y hora
Que en la tierra se memora,
En el cual fuiste concepta
Toda pura, santa y neta.
(“Suplicación a Nuestra Señora del Roser” de Juan Tallante, poeta catalán, s. XVI.)
En España, en el XI Concilio de Toledo, el rey visigodo Wamba ya era titulado «Defensor de la Purísima Concepción de María», abriendo una línea de fieles devotos entre los reyes hispanos. Monarcas como Fernando III el Santo, Jaime I el Conquistador, Jaime II de Aragón, el emperador Carlos I o su hijo Felipe II fueron fieles devotos de la Inmaculada y portaron su estandarte en sus campañas militares.
El rey Carlos III, muy afecto a esta advocación mariana, creó una orden en su nombre (la Orden de Carlos III) y la declaró patrona de sus estados.
Desde el siglo XIV existen en España referencias de cofradías creadas en honor a la Inmaculada. La más antigua, en Gerona, data de 1330. En el siglo XVI se revitalizará este fervor con un ingente número de cofradías constituidas bajo la advocación de la Pura y Limpia Concepción de María, hermandades consagradas a las labores caritativas y la asistencia social. Los franciscanos fueron muy fieles a la creencia en la Inmaculada, y contribuyeron a su arraigo y extensión por todo el mundo.
Desde la Península Ibérica, pasando por Hispanoamérica, y hasta las Filipinas, en Asia, la Inmaculada Concepción ostentó el patrocinio desde 1644, legitimando la devoción que ya se le tenía a través de retablos, capillas, templos, catedrales, e incluso villas, pueblos y ciudades, consagradas a ella.
Hizo de puro cristal
Dios un vaso, en que bebiese
su Hijo, tan celestial,
que de su pureza huyese
el veneno original.
En lo demás que ha formado
Desde Adán, siempre fue visto
cómo era barro heredado,
mas nunca estuvo el pecado
en el cristal en quien Cristo.
Iba el Pecado a beber
y quebróle Dios la boca,
que es Dios y lo pudo hacer,
que donde la suya toca
fuera apocar su poder;
que ese vaso cristalino,
aunque de origen terreno,
que no tuviese previno,
donde su Hijo divino
bebió mil veces, veneno.
(“Glosas Difíciles” I; Lope de Vega y Carpio.)
Era tan grande el amor por la Inmaculada, que Sevilla juró la defensa de la Concepción de María, Toda Pura, en 1615. La Inmaculada de Castilleja de la Cuesta, se convirtió en la representante de este juramento. A partir de allí, pasó a ser oficialmente, la Real Patrona de Castilleja, Portugal, Filipinas, las Indias (es decir América) y España entera.
La fiesta de la Inmaculada fue fiesta de guardar en todos los reinos de su Majestad Católica, es decir, en todo el Imperio español, desde 1644; se declaró fiesta de guardar en toda la Iglesia desde 1708 por orden del papa Clemente XI.
España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, y el 8 de diciembre es fiesta de carácter nacional, en virtud de la Batalla de Empel del 8 de diciembre de 1585. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes españoles tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.
Estirpe de David, nieta nueva,
para ti, Niña mía, ya no rigen
condenas heredadas, ni te afligen
obligadas pensiones de la gleba.
Tú eres la paz del cielo, iris que prueba
el impalpable oriente de tu origen.
El Padre y el Espíritu te eligen
Purísima Excepción -¡salve!- de Eva.
Para que encarne el Hijo en tu flor trémula
es justo y digno que tu carne émula
traiga a la vida olor de paraíso.
Y que desde el no ser al ser se intime
hinchiendo su inocencia que la exime:
toda interior fulgor, nácar sumiso.
(“A la Inmaculada Concepción de Nuestra Señora”, 2° soneto; Gerardo Diego.)
Es patrona de la Infantería Española desde el año 1892 por Real Orden de la Reina doña María Cristina de Habsburgo-Lorena, en la que se declara oficialmente «Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima e Inmaculada Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es de la actual Academia General y de un gran número de Regimientos». Este patronazgo tiene su origen en el Milagro de Empel, una gran victoria española en las guerras en Flandes. Es patrona también del Cuerpo Eclesiástico del Ejército y del Estado Mayor, del Cuerpo Jurídico, y de la Farmacia militar. El primer templo dedicado a la Inmaculada Concepción en España fue el Monasterio de San Jerónimo de Granada. Los Colegios Oficiales de Farmacéuticos y las Facultades de Farmacia, también la tienen como patrona.
El astro de los Pájaros expira,
aquella alada eternidad del viento,
y entre la exhalación del monumento
víctima arde olorosa de la pira.
En grande hoy metamorfosis se mira
cada flor más feliz, en cada asiento;
en Lienzo aspira racional aliento
y nieve vive si color respira.
Retraten a María sus colores;
vive -cuando la luz del Sol os hiere-
de vuestras sombras envidioso el día.
¡Más dichosas que el Fénix morís, Flores:
que él, para nacer pluma, polvo muere;
pero vosotras, para ser María!
(“A la portentosa metamorfosis de las rosas en la milagrosísima imagen de N. Sra. de Guadalupe en que se aventajaron con maravillas al Fénix”. Soneto de Luis de Sandoval Zapata. 2° versión, por Francisco de Castro.)
En México, la Catedral metropolitana de la ciudad de México está consagrada a la Inmaculada Concepción de María.
DOCTA EXPLICACIÓN DEL MISTERIO,
y voto que hizo de defender la Purísima
Concepción de Nuestra Señora, la Madre
Juana Inés de la Cruz.
Yo, Juana Inés de la Cruz, la más mínima de los esclavos de María Santísima, Nuestra Señora, debajo de la corrección de la Santa Madre Iglesia Católica Romana, cuyo dictamen siempre seguiré; delante de la Santísima Trinidad y de la misma Virgen Madre del Verbo Eterno Encarnado, Nuestro Señor, y de todos los ciudadanos de la Corte Celestial, especialmente el gloriosísimo Patriarca Señor San José, el Santo Ángel de mi Guarda, mi padre San Pedro, San Jerónimo, Santa Paula, San Agustín, San Ignacio, Santa Rosa, San Felipe de Jesús, Santa Eustaquio, y todos los santos y santas patronos, abogados y tutelares de mi Nación y Patria, y de todas las criaturas del Cielo y de la Tierra, a quienes hago testigos de este acto, libre y espontáneamente, de todo mi corazón, siento y pronuncio: que María Santísima, Nuestra Señora, siempre Virgen y verdadera Madre de Dios Hombre, en el instante primero que fue criada su purísima alma y unida a la materia de su virginal carne, de que se concibió y formó su dichosísima humanidad, fue adornada de la gracia santificante, y prevenida por singular don y privilegio de la Santísima Trinidad, para no incurrir en la culpa original, de la cual no hubo sombra ni vestigio en ninguna prioridad de tiempo y en ningún instante real en su purísimo espíritu; antes bien, tengo por verdadero y seguro que fue tálamo donde descansó todo el Poder del Padre, la Sabiduría del Hijo, la Bondad del Espíritu Santo, mediante la infusión y comunicación real y verdadera de la gracia habitual, que como Sol puro y resplandeciente no permitió que entrara en su purísima alma la obscura sombra de la culpa y la noche ciega del pecado; sin que se oponga con esta pureza original el beneficio de la Redención con que fue redimida por los méritos de la Pasión y Muerte de su precioso Hijo: antes bien, fue la preservación de la culpa original un linaje de redención más alta, más noble, más amante, más copiosa; prevista, determinada, predefinida y aceptada en el Consejo de la Santísima Trinidad antes del origen de los siglos y, después en la sucesión de los tiempos, liberal y amorosamente ejecutada. Y así, para gloria de Dios Omnipotente y en reverencia de su Madre Santísima, testifico y afirmo su Concepción Purísima libre de toda mancha y torpeza original, y juro a la Santa Cruz y hago voto sobre estos cuatro Evangelios, de creerla, afirmarla y confesarla y defenderla con todo el caudal de mis fuerzas, hasta derramar la sangre; el cual voto y juramento ceda en mayor honra y gloria de Dios y de su Purísima Madre, Señora Nuestra, en bien universal de la Santa Iglesia, en paz generalísima de los príncipes cristianos, en destierro de las herejías, en mayor devoción de este sagrado misterio de la Concepción. Así lo voto, lo juro, afirmo, prometo y ratifico, en diez y siete de febrero de mil seiscientos y noventa y cuatro años. (Sor Juana Inés de la Cruz; Obras Completas.)
La capilla de la Santísima Concepción, llamada popularmente la Concepción Tlaxcoaque es un pequeño templo católico barroco del siglo XVII de la Ciudad de México, en la Plaza Tlaxcoaque, que se considera el límite sur del centro histórico de la ciudad. Originalmente fue una parroquia consagrada a la Sangre de Cristo, y se ubicaba en el barrio de Tlaxcoaque —hoy inexistente—, entonces una populosa zona habitada por indígenas. A finales del siglo XVII fue dedicada a la Inmaculada Concepción, al recibir como donativo una imagen de esa advocación. Es un templo de planta de cruz latina con una sola nave y cúpula en el crucero. Su fachada principal mira hacia el norte y posee una sola torre con campanario en el lado oriental, cuya cúpula estuvo recubierta por azulejos. Por los costados este y oeste, la iglesia está reforzada por contrafuertes. Fue construida con piedra volcánica y en su erección participaron artistas indígenas. En la década de 1930 gran parte de la zona fue demolida para abrir nuevas y amplias vialidades, entre ellas la Calzada de Tlalpan y la Avenida del 20 de noviembre. La iglesia se salvó de la demolición y quedó aislada en una plaza, rodeada de avenidas de intenso tráfico y de edificios de mayor elevación.
La localidad de Celaya, Guanajuato, desde su fundación se amparó a esta advocación. Desde Salamanca se había traído una imagen que es considerada aún en la actualidad como la más bella de la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo.
En el estado de Tamaulipas, la Catedral de Tampico, está dedicada a la Inmaculada Concepción.
En el estado de Veracruz, la ciudad de Cosamaloapan en la Cuenca del Papaloapan, tiene como santa patrona a la imagen de la "Nuestra Señora de Cosamaloapan", perteneciente a la advocación de la Inmaculada Concepción, figura tallada en madera que según la tradición llegó al pueblo flotando en las aguas del río en el año 1546.
En la ciudad de Puebla, muchas calles, casas y templos, se encuentran efigies en cantera, en talavera de distintas vírgenes y santos, así como emblemas y símbolos religiosos, con el fin de resguardar todos los caminos, todos los hogares, la ciudad entera. La imagen más repetida, después de la Cruz, es la de la Inmaculada Concepción, ostentada en nichos de casas y templos, repetida en talavera o azulejos, representada por el gran símbolo inmaculista: el jarrón con flores, repetido innumerables veces en la Catedral, por dentro y por fuera, incluso reproducido en modernos monumentos como la fuente a Fray Toribio de Benavente “Motolinia”, que da inicio a la antigua Avenida de la Paz, hoy Juárez, o en una de las caras de la base de la fuente de la China Poblana, obra de Jesús Corro a mediados del siglo XX.
El culto a la Inmaculada Concepción, produjo algunas de las mejores piezas de la imaginería poblana, de finales del siglo XVIII, el taller de la familia Cora, realizó sendas esculturas para los templos de: la Purísima Concepción, San Cristóbal y San José, que son excepcionales ejemplos la calidad imaginera de los talleres poblanos. También son notorias las realizadas por Manuel Tolsá en el siglo XIX: la primera y más pública, dentro del ciprés de la Catedral poblana, de la que es su patrona, realizada en bronco y recubierta en oro, la segunda, conservada en la capilla del Seminario Palafoxiana, ambos legado de uno de los más afamados arquitectos y escultores de finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX.
La Catedral resguarda varias obras con tema Inmaculista, el gran lienzo que preside el Altar de los Reyes, que la representa como imagen apocalíptica: mujer, vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre la cabeza. Tambien está el lienzo del patrocinio sobre la ciudad y la diócesis, de José de Ibarra, los lienzos de Villalpando o José Joaquín Magón en la sacristía; otra talla virreinal que preside el altar del Perdón y una más, adquirida en el siglo XIX, en la capilla que comparte con San Eloy, ambos patronos del gremio de plateros. Amen de los excelentes jarrones con flores metálicos que la rodean y de la antigua imagen de mármol de Tecali que coronaba la cúpula y cayó en el temblor de 1999.
También, en la ciudad de Chignahuapan en el estado de Puebla se erige la Basílica de la Inmaculada Concepción, donde se tiene en el altar una imagen de 14 metros de altura tallada en madera, la cual está registrada como la más grande del mundo.
En el municipio de Mazatán (Chiapas), se celebra a la Virgen con el nombre de Virgen Margarita Concepción, del 29 de noviembre al 8 de diciembre de cada año. Actualmente es Reina de la Diócesis de Tapachula.
El municipio de Santa Catarina Juquila en el estado de Oaxaca celebra a la Virgencita de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, donde se le conoce como La Virgen de Juquila. Millones de personas visitan este santuario cada año.

Imagen: La Inmaculada Concepción, de Pedro Pablo Rubens. Madrid (1628).

martes, 6 de diciembre de 2016

Museo CYDT

Happy holidays - Mexican Art Collection





Merry Christmas and Happy New Year 2017
Feliz Navidad Y Prometedor  2017
Jouyeux Noel et Bonne Année  2017
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